Comentario
Japón comienza la ocupación de China en 1931 -Manchuria-, la prosigue en 1933 -Jehol- y trata de completarla a partir de 1937, apoderándose de la costa y de grandes extensiones en el interior. El Gobierno del Kuomintang de Chiang Kai-chek, se retira a Chunking. En la retaguardia japonesa se forman guerrillas, dirigidas en general por los comunistas. La intervención japonesa congela la guerra civil entre el Gobierno del Kuomintang y los comunistas de Mao. El Gobierno -y los comunistas- da prioridad a la lucha contra el ocupante, que apenas recibe ayuda de los británicos desde Birmania, y un poco más de los soviéticos desde el norte, hasta que el ataque alemán a la URSS en 1941 deja completamente aislados a los chinos, hasta 1942.
Entre tanto, los japoneses habían creado un gobierno colaboracionista en Nankíng -1940-, que durará lo que la ocupación, con Wang Jing-wei, nacionalista, antiguo compañero de Sun Yat-sen y se forma un Ejército Nacional Chino, a las órdenes de Han Te-chin. Paralelamente, se rompe el acuerdo políticomilitar entre el Kuomintang y los comunistas, que sufren, éstos, varios ataques (1941). Chiang Kai-chek se vuelve atrás: ahora quiere dar prioridad a la pacificación interna, es decir, al aniquilamiento de los comunistas, y luego hacer frente a la agresión extranjera.
A partir de la entrada en guerra de Estados Unidos, el panorama cambia. Chiang Kai-chek comienza a recibir abundante ayuda diplomática y en armamento. Asimismo, los aliados, para congraciarse con los chinos, renuncian espectacularmente a sus posesiones territoriales en el país y a sus privilegios diplomáticos, y desarrollan a partir de 1943 una política que tiende a hacer de China el Cuarto Grande, y a asociarla a la política internacional aliada -Chiang participará en varias conferencias aliadas-.
Pronto, sin embargo, los norteamericanos comienzan a descubrir la corrupción e incapacidad, el despotismo policial y la escasa actividad militar del Gobierna de Chunking encabezado por Chiang Kai-chek (33), cuya única obsesión parecen ser los comunistas. Y deciden suministrar armas a estos últimos, militarmente mucho más competentes. En efecto, las guerrillas comunistas -que en 1937 tenían entre 40.000 y 80.000 hombres- reúnen ya en 1945 un millón de soldados de tropa y una milicia de unos dos millones de individuos que combatían tras las líneas japonesas. Es cierto que las tropas regulares del Kuomintang librarán batallas campales contra el ocupante, pero serán los comunistas quienes contribuirán ampliamente, en realidad, a la destrucción de las fuerzas japonesas.
Por otro lado, los comunistas de Mao establecen en las zonas liberadas -que tienen más de 100 millones de habitantes- un régimen político muy elástico, basado en la alianza entre campesinos, obreros, pequeña burguesía y capitalistas nacionales, que emprende amplias reformas y que sabe aliarse a los campesinos -el comunismo chino, como dice J. Chesneaux, sabe ser cabeza del nacionalismo campesino que se opone a los japoneses; para los campesinos chinos, el término comunista será sinónimo de resistente.
Cuando la guerra está prácticamente terminada, y los japoneses en retirada, se plantea ya la oposición entre el régimen de Chiang y los comunistas de Mao: mientras éstos quieren un Gobierno de transición, de carácter democrático, Chiang sigue obsesionado en acabar con los rojos y rechaza toda colaboración. La guerra civil y la victoria de los comunistas está próxima.